Agus Acosta me lo trajo a la cabeza. Un color de no sé cuántos años que habita en una de mis viejas carpetas. Uno de esos dibujos que se suelen hacer con el boli bic mientras estás escuchando de fondo una lejana voz que trata de enseñarte, por ejemplo, a conjugar los verbos en inglés... Ay de aquellos días. No, no volvería a ellos, pero forman parte de mi vagaje y patrimonio y en el fondo algunos sentimientos siguen siendo muy parecidos.
Los 15 años (o por ahí) es una edad extraña y complicada. Miedo al mundo. Sentir que no debes estar donde te corresponde porque apenas si entiendes nada de lo que te rodea. Nunca he luchado abiertamente por ninguna causa en concreto (bueno, alguna vez sí, pero nada que no haya hecho cualquiera). No sé cómo reivindicar un mundo mejor porque no sé si creo que eso sea posible. Me pierdo cuando pienso en ello. Quizás por ello he vivido sumergida en el mío propio y ahora que empiezo a conocer el de afuera... Me sigo perdiendo.
Pero he de reconocer que cuando nos vayamos de aquí (porque creo firmemente que algún día nos iremos) nos llevaremos con nosotros una existencia que tuvo también cosas maravillosas, de tan sencillas. Aquellas más tontas suelen ser las mejores.
No, no le veo mucho sentido a todo esto, será por eso que no me adapto y me quejo de que nunca voy a pisar terreno firme bajo mis pies. Puede que ese terreno no exista, o puede que sea yo quien no quiera encontrarlo de manera inconsciente.
Definitivamente no creo que pueda existir un mundo mejor que este, ni tampoco peor. Nosotros nos planteamos esas cuestiones y es dentro de nosotros y no fuera dónde se encuentran los mundos, los buenos y los malos, sólo podemos cambiar eso, puede que si nos ponemos todos de acuerdo las cosas acaben yendo un poco mejor... O no. Lo coloco en negativo porque me gustó más, tonterías estéticas... O no.